Todos hemos realizado esos cuestionarios sobre estilos de aprendizaje en algún momento: ¿eres un alumno visual, auditivo o cinestésico? La idea es que cada uno de nosotros tenga una preferencia sobre cómo asimilar mejor la nueva información. Se supone que los estudiantes visuales aprenden mejor a través de gráficos, diagramas y otras imágenes. Los estudiantes auditivos prefieren escuchar conferencias y grabaciones. Los estudiantes cinestésicos deben ser prácticos, tocar y manipular objetos para absorber material nuevo.
En el ámbito de la educación y la formación, el concepto de estilos de aprendizaje ha sido ampliamente adoptado durante décadas. La idea de que los individuos tienen preferencias únicas para recibir información (ya sea visual, auditiva o cinestésica) ha dado forma a los métodos de enseñanza y al diseño curricular. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que la noción de estilos de aprendizaje podría ser más un mito que una realidad.
Eso no quiere decir que usar un La combinación de modos de presentación es mala. Todos apreciamos la variedad, y que nos muestren y nos digan cómo hacer algo puede reforzar la lección. Pero adaptar todo al estilo de aprendizaje específico de cada persona no parece ofrecer ningún beneficio real.
Esta idea de estilos de aprendizaje está increíblemente extendida. La mayoría de nosotros creemos que tenemos una preferencia. A menudo se anima a los profesores a presentar el material en múltiples modos (visual, auditivo y cinestésico) para atraer a todo tipo de alumnos. Pero ¿y si te dijera que el concepto de estilos de aprendizaje prácticamente no tiene evidencia que lo respalde?
Desentrañando el mito de los estilos de aprendizaje
La creencia predominante en los estilos de aprendizaje afirma que adaptar la instrucción al modo de aprendizaje preferido de un individuo mejora la comprensión y la retención. Muchos han oído hablar de los estudiantes visuales que captan información a través de imágenes y diagramas, de los auditivos que prefieren explicaciones habladas y de los cinestésicos que se benefician de las actividades prácticas.
Sin embargo, un creciente conjunto de evidencia cuestiona la validez de esta teoría popular. Varios estudios han refutado la idea de que ajustar los métodos de enseñanza para adaptarlos al estilo preferido del alumno mejora los resultados del aprendizaje. Una revisión de investigación notable, publicada en la revista Psychological Science in the Public Interest, concluyó que no hay evidencia suficiente para respaldar la noción de que enseñar de acuerdo con los estilos de aprendizaje mejora la efectividad educativa.
La base defectuosa
El concepto de estilos de aprendizaje se originó en el campo de la psicología y ganó fuerza en las décadas de 1970 y 1980. La teoría se basaba en la idea de que las personas tienen preferencias innatas e inmutables sobre cómo aprender mejor. Sin embargo, a medida que nuestra comprensión de la ciencia cognitiva ha avanzado, ha quedado claro que la capacidad del cerebro para adaptarse y aprender no está limitada por un conjunto fijo de preferencias.
El psicólogo cognitivo Daniel Willingham, en su libro "¿Por qué no les gusta la escuela a los estudiantes?", sostiene que si bien las personas pueden expresar una preferencia por un estilo de aprendizaje particular, hay poca evidencia de que satisfacer estas preferencias conduzca a mejores los resultados del aprendizaje. De hecho, la investigación sugiere que los estudiantes se benefician más de un enfoque que fomente el pensamiento crítico, el compromiso y la reflexión.
Aprender a través de la reflexión y las fuentes
Entonces, si los estilos de aprendizaje no son la clave para un aprendizaje eficaz, ¿cuál lo es? Estudios recientes enfatizan la importancia de la metacognición o pensar sobre el pensamiento de uno. La reflexión juega un papel crucial en el proceso de aprendizaje. Cuando las personas se toman el tiempo para reflexionar y evaluar lo que han aprendido, profundizan su comprensión y crean recuerdos duraderos.
Además, el aprendizaje mejora enormemente cuando se ancla en contextos significativos y se conecta a fuentes confiables. En lugar de centrarse en cómo se presenta la información, los educadores deberían enfatizar la importancia del análisis crítico, la evaluación de fuentes y la síntesis de la información. Estas habilidades no sólo son esenciales para el éxito académico sino también para navegar en el complejo panorama de información del mundo real.
El camino por delante
A medida que avanzamos en el campo de la educación, es crucial reevaluar y actualizar nuestros enfoques pedagógicos basados en la evidencia científica más reciente. Si bien el atractivo de los estilos de aprendizaje puede persistir, tanto los educadores como los estudiantes deberían cambiar su enfoque hacia prácticas basadas en evidencia que promuevan el pensamiento crítico, la reflexión y la integración de diversas fuentes.
Más importante que aprender estilos es la oportunidad de que los alumnos interactúen activamente con el material. Cosas como discutir conceptos, explicarlos a los demás, aplicar las habilidades, obtener comentarios y reflexionar sobre cómo mejorar. Estas técnicas basadas en evidencia aumentan la comprensión en todos los estilos y modalidades de aprendizaje.
La idea de que los individuos tienen estilos de aprendizaje fijos es un concepto convincente pero, en última instancia, erróneo. El aprendizaje es un proceso complejo que no se limita a preferencias específicas de información visual, auditiva o cinestésica. En cambio, el énfasis debería estar en fomentar un entorno de aprendizaje que fomente la reflexión y el compromiso con diversas fuentes, permitiendo a las personas desarrollar las habilidades necesarias para prosperar en un mundo en constante cambio.
Así que la próxima vez que tomes uno de esos aprendizaje Encuestas de estilo, tome los resultados con cautela. Siéntase libre de utilizar ayudas visuales, grabaciones o actividades prácticas como complementos útiles. Pero no ponga todo su esfuerzo en adaptar la enseñanza a supuestas preferencias visuales, auditivas o cinestésicas. El aprendizaje más eficaz se produce a través de la participación activa, sin importar el supuesto estilo.
Fuentes:
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